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El programa que se ocupa de que los niños hospitalizados sigan aprendiendo

Es un proyecto de la fundación Humaniza Josefina, que busca fondos para seguir creciendo. Estiman llegar a fin de año con 130 niños atendidos en el Pereira Rossell


Foto: Mauricio Rodríguez


Por Magdalena Cabrera


“Yo también quiero ir a clase". Es el deseo manifiesto de muchos niños internados en el Pereira Rossell, en cuanto se enteran, por un compañero de habitación, por la enfermera o por algún médico, que en el mismo hospital existe la posibilidad de hacerlo.


Desde el año pasado la fundación Humaniza Josefina desarrolla en el centro hospitalario el programa Sanamos Aprendiendo, un proyecto interdisciplinario y pionero en el país que busca garantizar el proceso de aprendizaje en los niños que atraviesan tratamientos con internaciones prolongadas, es decir mayores a 10 días, de forma que no pierdan días de clase y puedan reinsertarse luego con normalidad en sus centros educativos.


El programa, que en 2022 atendió a unos 76 niños y que este año estima llegar a unos 130 aproximadamente, es fruto de la experiencia que los fundadores de Humaniza Josefina, Víctor Ruiz y Florencia Krall, vivieron con su propia hija, Josefina, quien atravesó un tratamiento oncológico durante un año y medio. En ese período, sus padres se dieron cuenta de la importancia de humanizar los servicios de salud y asegurar a los niños la continuidad educativa en los días de internación. Así fue que mientras duró el tratamiento, Josefina recibió clases de mano de la maestra Natalia Churi, quien hoy integra el staff de Sanamos Aprendiendo. “Continuar con los estudios le hizo sentir que por un rato se olvidaba de su situación de paciente para convertirse de nuevo en alumna”, dice a Galería la coordinadora técnica del programa, Galia Leibovici.


“Que a un niño que está internado le digas que va a seguir estudiando, que va a tener clase, le hace sentir, aunque no se lo digas, que se va a curar. Esto en un hospital tiene una connotación social muy importante, porque lo primero que piensa un niño de cinco, seis, siete años que lo internan es que se va a morir. Entonces, cuando le proponés seguir estudiando, al principio no lo entiende y puede que no le guste, pero después viene, te toca la puerta y te dice: ‘Quiero venir a clase’”, señala Julio Lorenzo, pediatra que también forma parte del programa.


Además de la coordinadora técnica y el pediatra, el equipo está compuesto por una maestra, dos maestras psicopedagogas y una psicóloga. “Cuando armamos y diseñamos profesionalmente el programa, no podíamos concebirlo de otra manera (que no fuera interdisciplinario) porque la población que nosotros atendemos tiene una complejidad en su abordaje, que lograr el objetivo de enseñanza-aprendizaje de otra manera era, prácticamente imposible” , señala Leibovici. De hecho, en lo que va de 2023, el 74% de los niños atendidos provienen de contexto crítico.


Aula hospitalaria. En febrero de 2022, cuando llegaron al Pereira Rossell, el hospital no contaba con un espacio para ofrecerles, por eso debieron comenzar a dar clases en los pasillos y en una habitación que compartían con el ateneo de cirugía. “El espacio no estaba acondicionado, no había color, pero nosotros teníamos mucha energía y los chiquilines aprendían igual”, recuerda Leibovici. Como el programa fue creciendo y tuvo una respuesta mayor a la esperada, para este año la dirección del hospital les adjudicó para ellos solos ese espacio del ateneo de cirugía, ubicado en el segundo piso, que pudieron acondicionar para asemejarlo a un salón de clase. Allí es donde trabajan hoy, sin embargo, este no es el lugar definitivo. El “crecimiento exponencial” llevó a que les otorgaran un nuevo espacio más grande en el sexto piso. “Estamos en un proyecto para armar un aula hospitalaria acorde a nuestras necesidades, en la que haya espacios de aprendizajes, donde los chicos tengan mayor alcance a las herramientas que necesitan y sientan que el lugar los invita a quedarse y aprender” , dijo la coordinadora técnica. La inauguración está prevista para noviembre.

Actualmente, el programa tiene cupo para unos 15 niños, un número que puede variar según la situación de los alumnos y la modalidad de trabajo. Si bien en un primer momento Sanamos Aprendiendo fue pensado para niños en situación de enfermedad, la realidad del hospital llevó a incluir también a los pacientes sociales que se encuentran internados allí. Se trata de niños con sus derechos vulnerados a causa de abusos, maltratos, etc. “Son pacientes con historias muy fuertes, que muchas veces llegan sin una continuidad escolar desde hace tiempo”, contó a Galería Natalia Cronembold, maestra y psicopedagoga del programa. Hoy la mitad de los chicos que atienden son pacientes sociales.


Los niños se enteran del programa a través de médicos, enfermeras, jefes de Sala, cuidadoras e incluso a través de sus propios compañeros de habitación. Sin embargo, para poder ingresar deben pasar por una serie de pasos. Primero los ve y revisa Lorenzo, el pediatra, quien además se informa del caso con el médico a cargo del niño. Una vez que tiene un panorama completo de la situación, Lorenzo lo conversa con el resto del equipo de Sanamos Aprendiendo y deciden si se lo toma o no. En caso de que se lo ingrese, se le realiza un screening psicopedagógico, con el objetivo de conocer el perfil de aprendizaje del niño y establecer la estrategia de trabajo con él. “En general, casi todos los niños tienen un espacio psicopedagógico y otro con la maestra. Aparte del trabajo que hace Lucía, que es la psicóloga” , dijo Cronembold.


“Una de las cosas que nos caracteriza es que es un programa hecho a medida. Esto significa que tenemos que entender bien qué es lo que el niño necesita en el contexto en el que se encuentra y cuál era su realidad antes de la hospitalización” , apuntó Leibovici. De allí que también sea importante el contacto con su escuela, de modo de conocer la situación desde el punto de vista del aprendizaje y desde la socialización. “Esa es otra misión del programa. No es que la maestra se desentienda del proceso. Para nosotros, es muy importante que ella siga sintiendo que tiene un alumno internado, pero que mientras ella no esté, hay un equipo multidisciplinario que lo está atendiendo, de acuerdo a los objetivos que fijó con ellos” , explicó.


En este sentido, María Laura Baladán, maestra y psicopedagoga, destacó la buena disposición y receptividad de las escuelas. “Se puede hacer mucha alianza con las maestras y eso es bueno porque los niños se sienten protagonistas. Hay maestras que incluso vienen a visitarlos”. Por su parte, Leibovici señaló que como parte de los objetivos del programa tiene que ver con la socialización del niño, buscan también acercarlo lo más posible a “su mundo” , es decir sus amigos y compañeros. “Los ayudamos desde un mensaje o una videollamada. Esto tiene un gran valor para su situación médica”, aseguró.


Inclusión educativa. Cuando el niño ingresa al programa, se le entrega una mochila con útiles. “A la escuela no se puede ir sin materiales, por eso la entrega de la mochila significa mucho más que seguir estudiando, significa que el sistema contiene a ese niño” , opinó la coordinadora. Su modalidad de trabajo dependerá de lo que haya considerado más conveniente el equipo de profesionales del programa.


Hay niños que reciben las clases en la misma habitación, dado que no se pueden trasladar. Otros concurren al aula y pueden tener las clases de manera individual, si necesitan una atención más personalizada, o grupal, en caso de que tengan edades o perfiles de aprendizaje similares. “Por lo general, estamos en el aula dos de nosotras y tenemos clases de tres o cuatro niños. Una atiende en una mesa y otra en la otra. A veces, también están los niños que no se quieren ir, entonces se quedan por acá y siguen trabajando solos” , comentó la maestra Natalia Churi.


Las clases se dan de lunes a viernes, de 13 a 17 horas, dado que en la mañana los niños reciben visitas médicas. “Las tardes se les hacen muy largas. Los médicos terminan a las 12 horas y hasta las ocho de la mañana del día siguiente no ven a nadie. A veces, el único momento en el que les sacás una sonrisa es cuando vienen acá” , señaló Lorenzo.

Por su parte, Conembold destacó los logros a los que llegan sus alumnos. “Son niños que vienen de contextos muy vulnerables y con dificultades de aprendizaje. Sin embargo, el poder trabajar con ellos desde una mirada interdisciplinaria y con un trabajo sistemático, los ayuda a alcanzar avances muy grandes” , señaló. Muchas veces llegan niños de 10 u 11 años, que están en cuarto o quinto año y no saben leer o escribir. “No conocen las letras y les da vergüenza. Trabajamos con ellos de forma individualizada y terminan diciendo que quieren aprender a leer y realmente aprenden. Ellos se dan cuenta de la oportunidad que tienen y nos piden para venir más veces por día o se quedan trabajando solos” , manifestó. También suelen quedarse conversando entre ellos. “Está bueno porque se juntan, se cuentan sus realidades, se escuchan y se hacen amigos” , señaló Lucía Rossi, psicóloga.

Cada día los niños se van de clase con deberes para el día siguiente. “Se quedan felices” porque tienen algo para hacer en sus largas horas libres. Muchas veces son también un factor de integración. “A veces, cuando vas a buscar a otros pacientes, los ves en los pasillos haciendo juntos las tareas” , contó Baladán.


Pero el trabajo de los profesionales de Sanamos Aprendiendo no termina aquí. Tienen casos en que el alumno es dado de alta, pero no por ello puede ir a la escuela y el equipo continúa su atención a través de clases y contactos virtuales. “El programa tiene una fuerte impronta de política de inclusión educativa. Entonces, tenemos que buscar todas las herramientas para que nuestro programa termine cuando ellos vuelven a la escuela” , explicó Leibovici. “En este momento, por una cuestión de recursos, lo hacemos a través de diferentes plataformas de comunicación o videollamadas. Nos reunimos todos los días, la maestra de su escuela se comunica con nosotros y a partir de eso, le damos la clase virtual”, agregó.


Más cupos, más apoyo. El programa, que cuenta con el aval de la Administración de Servicios de Salud del Estado (ASSE) y fue declarado de interés público por el Ministerio de Educación y Cultura (MEC) y la Administración Nacional de Educación Pública (ANEP), ha sido tan bien recibido dentro del Pereira Rossell que actualmente hay muchos padres de los alumnos o incluso liceales internados que también aspiran a ser parte del programa. Sin embargo, por el momento no los pueden recibir porque el proyecto está habilitado por ANEP y MEC para niños de Primaria, desde los cinco años hasta sexto de escuela.


“Hay mamás que no saben leer. Entonces, dos por tres nos pasa que si dejamos la puerta abierta, la madre espera afuera, y cuando le hacemos preguntas a los niños, la madre responde desde el pasillo. Ella también está aprendiendo” , contó Churi. En cuanto a los liceales, Leibovici manifestó que la demanda los ha obligado a generar espacios de tutorías, que funcionan como nexo con el liceo. “El liceo les sube material a la plataforma educativa y nosotros los acompañamos en el sistema de tutorías” , explicó.


Esto no solo les pasa con los padres y con los liceales, también quedan un montón de niños que no pueden ingresar debido a la falta de cupo. “Nos es muy difícil decir que no. Tratamos de priorizar, pero nos damos cuenta de que todos tienen prioridad” , aseguró Cronembold.


Actualmente el programa se financia únicamente con donaciones de empresas y de particulares. Por esta razón, la fundación llevará a cabo este jueves 28 un encuentro de recaudación de fondos en el hotel Hyatt Centric. “El evento tiene dos objetivos: agradecer a las instituciones amigas e invitar a nuevos colaboradores, dado que hay mucho por hacer. En la bandeja de salida tenemos programas que implican ampliar la población a la que atendemos” , adelantó la coordinadora.


Cuestión de derechos. En Uruguay, la Ley General de Educación establece que la educación es un derecho humano fundamental, a lo largo de toda la vida, por lo que se debe garantizar su continuidad sin discriminación. Sin embargo, hoy no existe en el país ningún programa oficial que preserve la continuidad educativa de los niños hospitalizados, algo que sí funciona en otros países.


“Cuando empezamos, me puse a estudiar y me di cuenta de que en otros países estos programas existen por ley. El niño tiene derecho a la educación y el Estado lo tiene que cumplir” , comentó Lorenzo. No obstante, dijo que lo más común es que estos proyectos estén a cargo únicamente de maestras, no de un equipo multidisciplinario como el de Sanamos Aprendiendo.


“Nada iguala lo que se genera en el niño cuando está aprendiendo. Porque una cosa es divertirse, que es algo muy importante cuando está en situación de hospitalización, pero si a eso le sumás el sentirse parte de un sistema, el aprender algo que no le salía y que le ayudó a proyectar el día en que salga del hospital, lo que se genera es mucho mayor” , remató Leibovici.



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